jueves, 4 de noviembre de 2021

Enamorada de un sueño

 Ella se entregó en cuerpo y alma ante el romanticismo ficticio del amor perfecto.

Él se creyó importante, único, con poder. Justo merecedor de lo que era un privilegio sin dar nada a cambio.

Ella silenció sus alarmas. Ocultó las señales. Aguantó sujetando su vida al mástil del amor. Todos eran ignorantes, desconocedores del verbo amar. Ella poseía la verdad, su verdad que algún día se revelaría. Se enamoró de un sueño.

Él se convirtió en juez y verdugo. Leyes unidireccionales que aplicaba tiránicamente con motivo o sin él. Conquistó su presente y su futuro, y muy pronto, se creyó dueño de su pasado. Siempre cobraba sus deudas con lágrimas.

Ella borró el primer golpe quedando inmediatamente en el olvido. Un monstruo sin piedad pinzaba su corazón cada día, cada segundo, maldito miedo. Las risas de convirtieron en ecos de la memoria. Reflejo de lo que era, siguió borrando golpes hasta que llegó uno que no pudo parar. Nunca quiso decir nada a nadie, hasta que fue demasiado tarde para hablar. Víctima de su bondad, de su miedo, de la sociedad. La maldad se creyó dueña de su vida y acabó por arrebatársela. La herencia que dejó para sus seres más queridos, dolor, desesperación, impotencia. Nunca más.



Profunda amistad

 Con una danza irreverente el viento sacudió las ramas marchitas de aquel árbol dormido en un profundo letargo. Secuencia que se repetía una y otra vez siempre con el mismo resultado.

Estorbaba la sabiduría, los sentidos decaen en el más lejano de los sueños. Aquél que parece ajeno. Ese que se muestra sincero por lo absurdo del desconocimiento. Pero el viento no se rendía.

La montaña, cuerpo inmortal que sostenía sobre su piel el cuerpo inerte del árbol, le sugirió al viento que abandonase la idea de despertarlo, nada podía hacer ya. El tiempo lo había abandonado. El viento sopló más fuerte, para no escuchar las palabras hirientes de una verdad incipiente. No iba a desistir, era su amigo.

Al final, el viento cambió de estación, soplando y rugiendo en otros confines. Pero el tiempo pasa y siempre devuelve lo que se ha llevado. El viento regresó en presencia de su amigo el árbol. Apagado y vacío no se atrevió a moverlo, pues temía quebrarlo. Pero encontró los primeros resquicios verdes de una nueva vida a los pies de sus raíces. El viento sopló fuerte de alegría, sabía que su cuerpo no vivía, pero que su amigo estaba allí. Había conseguido reencarnarse. Ya no tendría el mismo cuerpo. Y su apariencia sería distinta, pero el viento no juzgaba, el viento solo veía el alma tan pura y sencilla de su amigo reencarnado. Y eso es la auténtica amistad, la que se alegra por el cambio luchado y conseguido por un profundo amigo.



martes, 2 de noviembre de 2021

Lejos de la tristeza

 Al buscar el olvido, trataban de recordar. Aquellos días de primavera sobre la fina hierba, piel de aquella pradera, y bajo las estrellas, ojos que dibujaban senderos en un tapiz negro. 

Acariciando recuerdos con la cálida mano de la melancolía, desechó lo malo que tan pesado hacía cada latido. Alimentó lo bueno cambiando el sabor de las experiencia.

Quiero arrancar de mí ésta maldita tristeza, que nunca he pedido ser prisionero de su compañía. Saber que merece la pena seguir luchando, hay vida tras tus heridas. Y buscar la sonrisa perdida que se ahoga por salir, que lamenta no vivir, que en el silencio de una lágrima parece dormir. 



domingo, 31 de octubre de 2021

Ensoñación

 Hubo una vez un corazón acorazado, un beso improvisado, un latido que resucitó.

En las marismas acolchadas de un letargo olvidado un gusano escapó. Sin rumbo ni sospecha en una armadura oxidada se coló. Rompiendo rutinas y conciencias. Destrozando pilares y creencias. Nunca se convirtió en quizás, y éste en excepción lógica. 

Manantiales de besos y sonrisas abrumadas por esquejes de miradas. Caricias que sanan heridas delicadas que convierten en real un pasado en letargo. Un olvido inconsciente. Un futuro que perdió el tren. 

Pupilas como agujeros negros. Abandonados en una partida sin guión, en la que desechas la conciencia, la religión y te quedas solo con lo peor de ti. Abrazado a la fe y la suerte, así te encontraron. 

Respiras el vacío que acaricia tu piel. No hay nada más vacío que tú propia sombra. Abandonas el naufragio de tu corazón y comienzas a sonreír pues el círculo se ha roto. Ahora solo queda construir una vida.



viernes, 29 de octubre de 2021

La estatua y sus metas

Sentado en la sombra más oscura, al lado del único rayo de sol, intentaba refugiarse de profundos lamentos. 

Una enmarañada capa de ideas untadas con pensamientos aliviadores sirvieron para tapar heridas pasadas, algunas presentes y motivándolo para el futuro. 

Dijo basta tan fuerte y tan alto que solo él lo escuchó. Se puso en marcha tan rápido y con tanta intensidad que ni siquiera se movió. Todo estaba en su mente, ese mundo paralelo que dibuja rastros de un ser al que le gustaría llegar, pero que siempre se escurre entre las rendijas de la realidad. 

Dio un paso muy corto, muy leve. Y sonrió profundamente. Vio que era posible, comprobó que él también podía. Dejó de ser una estatua inmóbil pero con vida. 

Comenzó su viaje, ese que su alma había emprendido hacia lustros. Y siguió indefinidamente moviéndose cada día más y más. Dejó de ser la estatua que paralizaba sus sueños para convertirse en la persona que los hacía realidad. 


Te quiero

 Hay te quiero que nublan.

Hay te quiero que disipan.

Hay te quiero que apuñalan.

Hay te quiero que enmarañan. 

Hay te quiero que despejan. 

Hay te quiero que saltan las lágrimas.

Hay te quiero que curan heridas.

Hay te quiero que rescatan.

Hay te quiero que dan luz.

Hay te quiero que la apagan. 

Hay te quiero que destrozan.

Hay te quiero que se olvidan. 

Hay te quiero que duelen.

Hay te quiero necesarios.

Hay te quiero ordinarios. 

Hay te quiero ensangrentados. 


Y por todo esto, yo te grito TE QUIERO. 








lunes, 25 de octubre de 2021

El marinero

Cuenta la leyenda que un pescador comenzó a remar en su diminuto bote en mitad de un inmenso océano. Remaba y remaba, pero apenas avanzaba. 

Cuenta la leyenda que ardían sus brazos del esfuerzo. La respiración se entrecortaba. Su visión, del esfuerzo se nublaba. Pero las olas y la corriente eran demasiado fuertes. 

Cuenta la leyenda que quiso rendirse y soltar los remos. Las manos le dolían. Con el agua salada, las heridas escocían. Y ya no podía hacer más. 

Cuenta la leyenda que tumbado recibió a la noche y pudo ver cómo las estrellas se reían. Enojado y furibundo, volvió a coger los remos con ainco y determinación. Quiso remar como el primer segundo, pero el dolor lo frenó. 

Cuenta la leyenda que la luna sintió pena, y con dulzura le habló. Le dijo que no luchase, que se parase y pensase en qué dirección estaba remando y se entregase a la corriente que era su objetivo. Esa que lo llevaba a su hogar, a su lecho, a los brazos de ella que era su destino.