lunes, 2 de agosto de 2021

Nexo de unión

 Cada día, a la misma hora, una gota recorría el lejano camino entre el techo y el suelo en apenas unos segundos. El suelo, cansado de cada día lo mismo a la misma hora, ahogaba un grito de desesperación que no dejaba de pinchar en su garganta. 

Un día, el suelo esperaba la maldita gota que no terminaba de caer. Pensó que se estaba retrasando, pero lo cierto es aquel día no llegó a caer. El suelo suspiró aliviado, pero no pudo disfrutar del momento ya que lo pasó esperando. 

Al día siguiente, a la misma hora de siempre, el suelo esperó que la gota no cayese. Pasaron los segundos y luego los minutos y nada. Alegre y exultante comenzó a cantar y disfrutar de la paz tras varios siglos. 

Pero la excepción se convirtió en normalidad y el suelo se acostumbró a no recibir la gota diaria. Un día recordó cómo era cuando le caía y se dió cuenta que la echaba de menos. Es cierto que se cabreaba, pero al menos sentía algo. Ahora los días pasaban sin que nada ocurriese. Maldita sea, dónde está mi gota. 

Un día, el suelo le preguntó al techo sobre las gotas. Nunca habían hablado, así que al suelo le resultó extraña su propia voz.  El techo contestó que se sentía muy solo en las alturas y que cargaba las gotas de amor y las lanzaba porque era la única forma de tener contacto con el suelo. Aguantó durante años los insultos y maldiciones por recibir esa gota, pero el techo siguió haciéndolo porque era lo que necesitaba. Hasta que se dio cuenta que le estaba haciendo un mal diario, así que dejó de hacerlo. El suelo,conmovido por la explicación del techo se dió cuenta de que no tenía manera de llegar al techo. Así que valoró aún más las gotas que cada día recibía. Desde aquel día, el suelo sigue recibiendo una gota diaria que recibe con mucho cariño y que sabe a gloria. 



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