lunes, 4 de octubre de 2021

Aprendiendo a ser mejor

 Se encontró con la montaña en mitad de su camino. Enseguida entendió que había estado viviendo muy bien, muy tranquilo, sin complicaciones. Pero todo eso había cambiado y debía enfrentarse a ese nuevo reto. 

Pensó en bordearla, pero enseguida descartó esa idea al ver su magnitud. Pensó en volver, pero ya conocía de dónde venía y no quería regresar. Pensó en no hacer nada, pero después de un rato entendió que después de tanto camino recorrido, no podía quedarse allí. Así que comenzó el ascenso a la montaña. 

Parado a los pies de aquel gigante monstruo de piedra, sintió miedo, mucho miedo. Comenzó titubeante, quizás demasiado. Lentamente sus manos empezaron a subir y el dolor no tardó en aparecer en sus dedos, sus manos, sus brazos, su espalda, sus piernas... Era insoportable. 

Parado en mitad del ascenso, cambió el miedo por el odio. Sentía que no podía más pero no podía parar allí. Respiró hondo, y se preparó para seguir sufriendo. 

Literalmente no podía más. Vomitó sus últimas fuerzas en salvar aquella roca y se tumbó en lo alto sin fuerzas para llorar, pero era lo que más quería. Miró las nubes volar rápido y esconder fugazmente un sol débil. Miró las aves volar y perseguir al viento que siempre vuela más rápido. Miró al infinito y sintió que éste le devolvía la mirada. Después de un momento en el que no sabía si se había dormido o perdido el conocimiento, quiso saber cuánto le quedaba por llegar a la cima y sin poder llegar a creerselo, vio que ya estaba en ella. No supo qué hacer ni como sentirse. Miró hacia abajo y comprobó cuán alto había llegado. Se agachó y besó a la montaña y le susurró "gracias". Por todo lo aprendido ya que sabía que ahora era mejor que cuando comenzó a escalar. Siguió su camino guardando aquella montaña en su corazón a la que había empezado temiendo, luego odiando y acabó amándola para siempre. 



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