viernes, 8 de octubre de 2021

Mirada de odio

 Cada mañana realizaba el mismo camino por aquella calle de baldosas pulidas. Le gustaba oír sus pasos rítmicos y su respiración profunda mientras le iba comiendo metros a su destino. 

Un día le llamó la atención las enormes puertas abiertas de par en par de un casa centenaria. Pasó lentamente sin llegar a detenerse y solo pudo ver la oscuridad más absoluta. Pero de pronto una figura apareció en lo más profundo de aquella vivienda. Un escalofrío recorrió su cuerpo y puso en alerta sus sentidos. Sus ojos desprendían un odio infinito. Su rostro furibundo y su postura amenazadora hicieron que no aguantase más y salió corriendo con miedo a mirar atrás. 

Los días que vinieron intentó hacer como si no hubiese ocurrido aquel incidente y como si el miedo no llevase la bandera blanca en su mirada. Cada mañana pasaba corriendo por la puerta de aquella casa que seguía permanentemente abierta. Nunca miraba. Buscó otros itinerarios, pero su camino estaba indudablemente marcado por delante de esa casa. La locura comenzó a teñirse de desesperación.

Después de varios momentos de pánico y varias pesadillas, decidió que no podía seguir así. Su vida no debía estar condicionada por un incidente puntual. Así que esa mañana se plantó delante de la casa. La misma oscuridad absoluta lo recibió. Miró hacia lo más profundo y pudo ver la misma silueta amenazante, los mismos ojos que atravesaban su miedo. Preguntó en voz alta y con mucha educación si podía entrar y hablar con él, pero no obtuvo respuesta. Sin saber de donde había sacado el valor, comenzó a entrar lentamente. Esos ojos lo seguían con la mirada y temía alguna reacción en cualquier momento. Abrazado por la oscuridad se fue acercando y hablando sin parar obteniendo el silencio por respuesta.

Parado frente a la silueta, no aguantaba más aquella mirada que parecía devorarlo. Sacó su móvil sin poder controlar sus temblores y encendió la linterna. Fue entonces cuando pudo comprobar que estaba frente a un espejo colocado al final de un largo pasillo. La silueta de ojos amenazantes era su propio reflejo. Una losa de realidad aplastó su conciencia. ¿Esa mirada de odio, frustración, agonía... Era suya? ¿Realmente esa era la cara que mostraba al mundo? ¿Ese era el tipo de hombre que quería ser? Volvió a mirar su reflejo y comenzó a sonreír, le gustó lo que veía.  Así que decidió no abandonar esa sonrisa. 

Desde aquel día, todo comenzó a ir mejor.  Notó a la gente mucho más cercana y miles de puertas antes cerradas comenzaron a abrirse. Ahora sí estaba más cerca de llegar a ser quién creía que era. 




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