jueves, 14 de octubre de 2021

Vejez. Divino tesoro

La anciana miró sus manos temblorosas y el recuerdo le dibujó en su memoria aquellos años en las que se veían jóvenes, sin manchas y firmes. 

La anciana se dio un corto paseo por el pasillo de su casa sintiendo punzadas de dolor en las rodillas, en la cadera, en la espalda. Legado de toda una vida de duro trabajo. Se miró en el espejo y recordó la primera vez que se miró en él. Era una joven llena de vitalidad, con una espalda recta y una postura envidiable. 

La anciana quiso leer un libro que para que su imaginación viajase a confines donde ella ya no podía. Enseguida se dio cuenta de que su vista nublada no le permitiría iniciar la lectura. Recordó los años en los que su mirada podía compararse con la del lince y como lentamente la fue perdiendo. 

La anciana se sentó al lado de la ventana que daba al bullicio de la calle. En una mesa pudo observar las fotos de toda una vida. Pudo ver a su difunto marido de nuevo. A todos sus hijos con sus indomables nietos. A sus hermanos y padres. Y fue entonces cuando agradeció tener la edad que tenía ya que había conseguido vivir una vida completamente plena, con una familia maravillosa y podía vivir para disfrutarla. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario