martes, 13 de julio de 2021

Amor real

 La bella princesa fue educada en las rígidas creencias que durante tantos siglos fueron inalterables. Convencida desde su más tierna infancia que debía casarse, tener hijos y que sólo así alcanzaría la felicidad. De esta forma comenzó a andar el camino que le habían impuesto. 

Pasaron los años y las normas no escritas dictaron que ya tenía edad para contraer matrimonio, los sentimientos vendrían después. Con la ilusión de estar haciendo lo debido comenzó a conocer pretendientes. 

Las semanas, los meses y los años se iban cayendo del calendario y ninguno parecía ser del agrado de la joven princesa. Siempre había una boca, unos ojos o un cuerpo que la disgustaba y rechazaba al pretendiente con un gesto de profundo asco. Sus padres se comenzaron a preocupar ya que no comprendían que no escogiese a un pretendiente cualquiera, total, solo era un matrimonio. 

La princesa decidió ser ella la que saliese en busca de un marido y fue a visitar los reinos cercanos dando igual su tamaño o importancia. A veces sentía que iba mendigando que alguien aceptase su corazón. Su ideal de matrimonio perfecto comenzó a tambalearse, pero ella lo seguiría intentando.

La princesa comenzó a cuestionarse lo más básico de sus creencias y sin darse cuenta, comenzó a mirar a su alrededor. Vio que sus sirvientes se casaban entre ellos siguiendo otras costumbres distintas. Se casaban porque se gustaban, después de conocerse durante un tiempo. Veía que después de algunos años de matrimonio, hacían vida juntos e incluso parecían felices. La princesa suspiró dejando escapar la inmadurez que durante años la había cegado. 

Un día, le dijo a sus padres que dejaba de buscar un marido. El matrimonio había dejado se ser una prioridad. Fue difícil pero comenzó a vivir arrancando las profundas raíces de unas creencias plantadas desde la infancia. Y así comenzó a reinar, siendo la primera reina soltera. 

Los años pasaron y pasaron y el amor había anidado en las antípodas de sus anhelos. Tenía la creencia de que nunca se casaría, pero ya no le importaba. Hasta que un día, un comerciante pidió reunirse con la reina soltera para poder ofrecerle un producto que jamás había imaginado, otro más pensó ella. Pero cuando lo vio entrar, sintió como su corazón se le salía del pecho y su respiración se helaba. A él le ocurrió lo mismo. Después de unas palabras vacías y sin sentido, decidieron hablar sin palabras y se miraron fijamente a los ojos. El amor había nacido y poco después se casaron. 

Viendo su vida con la perspectiva que da el tiempo. La princesa se dio cuenta que el amor solo llega cuando no se necesita, cuando no se busca. Aprendió a vivir con su soledad y se aceptó tal cual era, comprendió que fue en ese momento cuando comenzó a estar preparada para el amor. Fue la reina más feliz que jamás había habitado en ese reino. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario