sábado, 19 de junio de 2021

Robo sin armas

 Un precioso recuerdo, el más bonito de todos, deambulaba por la enorme sala, donde vivían miles de millones de recuerdos como él. 

Este recuerdo tan especial se sentía el más afortunado del mundo. Pues cada día era utilizado por su dueño. Los demás lo miraban con admiración y una pizca de envidia. 

Un día, un recuerdo de menor categoría le advirtió de que algo raro estaba pasando. Que algunos recuerdos habían desaparecido y estaba empezando a cundir el miedo. Él, con su aura de superioridad le quitó importancia, ya que la vida seguía igual para él. 

Un día, mientras pensaba en la suerte que había tenido en la vida, se percató que algo raro estaba pasando. Había poco bullicio y mucho desorden. Unos recuerdos con la mirada vacía tiritaban en una esquina, otros huían de la nada, los demás se agolpaban en un círculo para darse calor. El magnánimo recuerdo se acercó y preguntó que ocurría. Y uno gritó desesperado: "ESTAMOS DESAPARECIENDO". Y ante sus ojos, ese recuerdo se convirtió en polvo dejando atrás el eco de su grito. El pánico se hizo presente en los ojos del magnífico recuerdo que vio cómo su realidad cambiaba en segundos. Pronto entendió que una enfermedad estaba atacando a la memoria de su dueño y sin contemplaciones, estaba destruyendo su pasado. El mejor recuerdo de todos hizo algo que nunca había hecho. Se acercó al resto de recuerdos y se abrazó a ellos. A los pocos segundos empezó a sentir algo extraño en su piel y vio como se empezaba a descomponer en diminutas motas de polvo. Su último gesto fue una sonrisa tranquilizadora para demostrar a los que se quedaban que no sentía dolor. Al final todos acabaron desapareciendo de aquella sala y así fue como un hombre sin recuerdos murió antes de que muriese su cuerpo. 



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