En un arapiento recuerdo de lo que quería ser se convirtió. El futuro había cambiado su destino alejado de la deslumbrante luz y el frío de la sombra empequeñecía lo que debía ser una gran silueta.
Golpeado mil veces por las expectativas se propuso defraudar. Y lo consiguió. Secuestrado por nubes en las que poder construir un sueño digno de su prometedor camino, se limitó a no escoger. Su estado normal, Babia.
Apremiado por el reloj no quiso ver que ya era tarde. Quizás no demasiado, pero su tiempo había pasado. Cada año que pasa deja de mirar un poco menos al futuro y vuelve la vista al pasado. Hasta que llegue el día en el que deje de mirar hacia delante pues ya no tendrá más camino que recorrer. Se agotan las lágrimas vacías.
Y en un rincón abandonó lo grandiosa que debía ser su vida. Entre el polvo del olvido que se convierte en cenizas y acabará apagándose en el recuerdo de unas generaciones con poca memoria. Adiós destino, adiós grandeza.
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