El alma inició una dulce danza, adornada con el velo del bello momento que acariciaba con los ojos cerrados. Cerrados al dolor, a la desesperación, a lo incierto.
La sonrisa reprodujo una felicidad que nunca había conocido antes. Se retorció entre el olvido y la necesidad. Siempre un rastro amargo que resaltaba de donde había venido.
Su mirada ahora cargaba con cientos de años de experiencia. Viajaba en el tiempo sabiendo lo que iba acontecer. A veces deseó no desear tanto.
Sus palabras se cargaron de sabiduría. Profundidad obtenida de la forma más dolorosa pero efectiva. Lanzadas directas a la conciencia, explotando en lo más cobarde del pensamiento. Así es cómo muere un cobarde y nace un sabio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario