Se apagaron las velas y aún así te veo mucho mejor. Conozco cada rincón de tu cuerpo, donde se esconde tu placer, las notas de tus gemidos.
Tu olor me provoca sin contemplaciones y no me resisto. Me abandono a la locura y enciendo una respiración felina que muerde tu cuello.
En mi lecho, nadie oirá tus gritos, tus palabras mal sonantes, tus fuertes movimientos. Siento el instinto de empujar y me pierdo con el baile salvaje que tu pelo dibuja en el lienzo que es el viento. Un poco más fuerte.
Tu sudor y el mío. Tu respiración con la mía. Solo unos segundos acabará con todo, pero los recordaremos hasta la próxima vez. Hasta que me pueda recomponer.
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