Escuchaba su respiración noche tras noche. Tenía miedo de que se apagase. No le dejaba dormir tanto nerviosismo, pero cuando paraba no podía evitar preocuparse.
Miraba sus enormes ojos abrir y cerrar una ventana a su inocencia infantil, a su picaresca sorprendente. Y allí se quedaba, en mitad de la oscuridad admirando algo apenas perceptible. No recordaba haberse dormido. Todo parecía el mismo sueño.
El sol rompió una perfecta conjunción de abrazos y manos que no saben que se tocan. Inició un nuevo día y atrás quedaron excasas horas convertidas en recuerdo. Volverá a robar algún beso en su locura nocturna. Y allí estarás tú.
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