Quiso anidar en liendres con sabor a pasado. No consiguió sus anhelos pues descubrió el lado oscuro de un idilio que solo conocía de oídas. Solo en la lejanía.
Quiso atrapar ese sueño que tanto corría, que tan rápido huía. Mil veces se quedó relamiendo su dulce sudor pero le motivaba seguir intentándolo. Un día los astros aburridos se conjugaron y por fin lo atrapó. Fue en ese momento cuando se dio cuenta que no había nada más. Que el vacío se hizo presente y se vio rodeado de oscuridad. Dejó ir a su sueño y lo intentó atrapar de nuevo.
Quiso volar hasta el sol y conseguir lo que nadie había conseguido. Construyó unas alas enormes, con enormes ilusiones. Encerró su razón para no escuchar los consejos que le gritaba la locura que lo envolvía. Y un amanecer comenzó a volar. Funcionaba, claro que funcionaba... Demasiado bien. Pocos minutos después de salir el sol sus alas se derritieron y cayó al atronador vacío que recibió su cuerpo. Y comenzó a ser feliz. Por tener un reto eterno, por llegar a valerse por sí mismo. Se enamoró de su fuerza y su superación. Llegó a ser tan admirado como quería y conquistó portadas de revistas. Al fin y al cabo, cada uno tiene un sueño que nadie compartiría.
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