Tuvo un silencio perturbador y escuchó a los miles de ojos que habitan dentro de sus tinieblas. Esbozó una leve sonrisa, solo apreciable para quienes lo conocían bien y supo que las puertas de su comprensión se iban a cerrar. Comenzó la batalla.
Dimes y diretes usados como armas. Nadie quería pelear, pero nadie luchaba por la paz. Hurgando en viejas heridas cada vez más profundas; no habrá piedad para lo que una vez fue tan querido.
Y sin saber ni importar cómo, se sacudió el polvo de los viejos escombros, recogió su coraje y abandonó. No había más explicación, solo que se cansó de luchar. Supo que merecía más y partió dejando un profundo recuerdo, bueno o malo dependiendo del prisma.
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