martes, 21 de septiembre de 2021

Perro abandonado

Aún recuerdo el día que me separaron de mi madre. La llamé noches enteras, pero nunca apareció. Y ahora me veo tras un cristal por dónde veo pasar cientos de humanos y muchos niños que me alegran el día. Pero me siento muy solo. 

Un día inesperado, una familia con dos niños me llevaron a su casa para vivir con ellos. Era un piso pequeño, pero sería mi nuevo hogar, mi nueva familia. 

Cada mañana me levantaba con ganas de jugar y los despertaba a todos. No podía ser más feliz, pues tenía comida y bebida; además podía jugar con todo y no tenía límites a la hora de hacer mis necesidades. A veces estaban raros conmigo, pero enseguida volvíamos a jugar como siempre.

El tiempo ha pasado y todo sigue igual. Cada día disfruto sin limitación ninguna. Creo que ellos están contentos conmigo pues nunca me han hecho regañado o castigado.  Mis juguetes favoritos son los zapatos que siempre encuentro tirados por el suelo. Con mi tamaño actual enseguida los rompo, pero nunca faltan un par que morder.

Un día, me engancharon la correa al cuello y eso solo podía significar un largo paseo. Nos montamos en el coche y me llevaron a un lugar lejano en el que nunca había estado. Soltaron la correa, abrieron la puerta y salí corriendo deseando saltar y divertirme... Pero el tiempo se paró cuando vi arrancar el coche sin mí. Corrí todo lo que pude detrás, pero fue imposible alcanzarlos. Se habían ido sin mí, y no lo comprendía. Todo era perfecto y no había problemas. Me había abandonado mi familia, por la que hubiese dado la vida y sin saber el porqué... Me convertí en un perro abandonado. 


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