lunes, 27 de septiembre de 2021

Una noche cada 28 días

 Cuenta la leyenda que una sirena se enamoró de la luna. Noche tras noche hacía guardia bajo la superficie irregular de su cielo para poder verla en todo su esplendor. Pero solo ocurría una vez cada 28 días.

Su corazón se alteraba cuando, a las pocas horas de apagarse el sol, la luna hacía su aparición en el horizonte opuesto. Asomaba su cabeza por encima de la superficie y, sin darse cuenta, contenía la respiración. Pupilas dilatadas que absorbían como único cada segundo de aquella maravillosa noche pura y clara. 

La sirena estaba tan absorta y agitada que nunca se atrevió a decir nada. Le encantaría poder decir, hablar, dialogar... Pero sus músculos estaban agarrotados y al final solo podía verla aparecer y esconderse mientras dejaba que su piel se bañase con el reflejo de la luna. Una noche, la luna le dijo:

- Hola bella sirena. Cada noche veo cómo me miras fijamente sin decir nada. ¿Por qué? - la sirena se puso nerviosa como nunca y respondió.

- Porque me pierdo en tu belleza, disfruto con tu inmensidad y es tal la admiración que tengo al verte volar que soy incapaz de hablar cuando te veo - la luna se echó a reír y añadió.

- Cada noche que te veo, siento miedo. En la oscuridad más absoluta que ese oceano en el que flotas, solo te veo a ti mirarme con esos enormes ojos y tenía la certeza de que lo hacías para mofarte de mí. Yo soy una viajera perpetua que nunca podrá parar. Desearía ser como tú, en un sitio que fijo al que poder llamar hogar.

Desde ese día, sirena y luna se hicieron inseparables. La sirena sentía que podía volar al escuchar cómo eran otras partes del mundo por los que pasaba la luna. Y ella sentía que estaba en su hogar cada vez que miraba los ojos de su gran amiga la sirena. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario