jueves, 7 de enero de 2021

Batalla perdida

Un día, un joven aldeano desaliñado se presentó en el reino acompañado de un burro cargando con unas pesadas alforjas. El joven vociferó que quería enfrentarse al mejor guerrero del reino. Esa osadía provocó la risa de los oyentes y lo acompañaron a casa del maestro guerrero deseando ver un baño de sangre. 

Al llegar a la casa del maestro guerrero, el joven desaliñado llamó a su puerta y gritó que lo desafiaba a un combate a muerte y apeló a su condición de Guerrero para aceptar ese desafío. El maestro guerrero salió con evidentes síntomas de estar recién levantado y, extrañado por tanto alboroto dijo

- ¿Quién osa aporrear mi puerta? 

- He sido yo. Quiero enfrentarme a usted en combate a muerte. 

- No me voy a enfrentar a ti joven. Coge tu montura y vete por dónde has venido. Olvidemos lo que ha pasado aquí. Hazme caso, salvarás tu vida - el joven aldeano se dirigió a su montura y de entre las alforjas sacó una espada la cual desenvainó y cogió la postura de guardia frente al maestro guerrero mientras gritaba. 

- Tu código de Guerrero te obliga a aceptar este reto que te lanzo - el maestro guerrero suspiro profundamente y se metió en su casa. Salió al cabo de unos minutos ataviado con su flamante armadura y con su brillante espada, que contrastaba con la pésima imagen del joven aldeano y su oxidada espada. 

Cuando los dos estuvieron preparados, el joven lanzó un furioso ataque que el maestro guerrero esquivó sin dificultad. Volvió a la carga con idéntico resultado. Al tercer ataque, el maestro guerrero le golpeó con la mano en la cara rompiéndole la nariz. El joven aldeano se derrumbó en un charco de sangre, pero pronto se puso en pie y siguió con sus ataques. 

Después de un rato de lucha, el joven no paraba de jadear y las fuerzas le abandonaban, pero no dejaba de atacar. El maestro guerrero, sabiendo que no era rival para él, le volvió a ofrecer la rendición, pero recibió otro ataque por respuesta. Cansado de perder el tiempo, el maestro guerrero le hizo una herida en una pierna al joven aldeano que acompañó con un grito de dolor. Pero no se detuvo. En el siguiente ataque le hizo una herida en el brazo, pero siguió adelante. El maestro guerrero decidió hacer heridas más específicas y le cortó los tendones de la rodilla para que no pudiese mantener el equilibrio, pero el joven aprendió a apoyarse en la espada y pegar un salto con la pierna que le quedaba para realizar un ataque. El maestro guerrero le cortó los tendones del brazo para que así no pudiese sujetar la espada. Pero empezó a agarrarla con la otra mano y prosiguió su ataque. Cansado, el maestro guerrero le cortó los tendones de la otra pierna y esperó a que el joven aldeano cayese al suelo para quitarle la espada y que así se rindiese.

Pero nada más lejos de la realidad. El joven intentaba levantarse para seguir el combate y solo un pie del maestro guerrero en su pecho consiguió detenerlo. 

- ¿Qué te produce que luches con tanto coraje chico?

- Hace unos años, su ejército, con usted a la cabeza, atacó mi aldea. Sin resistencia ninguna, sus soldados se dedicaron a descuartizar a los hombres y a las mujeres las violaron y golpearon hasta la muerte. A las personas mayores las quemaron en la hoguera - dijo el chico llorando de rabia. El maestro guerrero, desconocedor de aquellas aberraciones, levantó su pie del pecho del joven y tiró su espada al suelo. 

- Has ganado chico, me rindo. No puedo luchar contra tus motivos - el maestro guerrero tiró la espada al suelo y cargó el joven en su hombro para llevarlo a que lo curasen. Después, marchó donde sus soldados entrenaban y ajustició a los responsables de tales atrocidades. 

Moraleja: cuando luches con la razón de tu lado, siempre vencerás, aunque no lleves las mejores armas. 






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