viernes, 29 de enero de 2021

Rumbo a la eternidad

 Aquella pequeña miraba desde el centro de la habitación del viejo hospital cómo sus padres lloraban desconsolados. No sabía qué hacer ni qué decir, nunca los había visto así, tampoco sabía el motivo. 

Una mano se posó sobre su hombro y un hombre con voz grave y tono dulce le dijo:

- Hola Lucía. No te asustes, vengo para ayudarte.

- ¿Qué ocurre? ¿Por qué lloran mis padres? - empezó a preguntar Lucía descargando todas sus inquietudes en aquel desconocido.

- Lucía, tus padres son humanos y, al igual que tú, siente miedo, alegría o tristeza. Normalmente reprimen esos sentimientos para que nadie los vea, pero hoy no pueden. Sienten un dolor tan profundo que les supera y son incapaces de ocultarlo. 

- ¿Y por qué sienten ese dolor? - aquel hombre acarició el brazo de Lucía con ternura y la miró en lo más profundo de sus ojos. Midió cada una de sus palabras y le dijo.

- Lucía, has estado muy malita estos meses. Has luchado como una campeona y con todas tus fuerzas, pero enfrente tenías un enemigo demasiado poderoso y al final has perdido. Tu alma se ha separado de tu cuerpo y debes venir conmigo. No te preocupes, vas a ir a un sitio fabuloso. 

- ¿Me puedo despedir de mis padres?

- Por supuesto, pero no te podrán ver ni oír. 

La pequeña Lucía se puso delante de su padre que lloraba con la mirada perdida sentado en una silla. Ella le dijo.

- Gracias papá por tu dedicación. Gracias por todo lo que me has querido y cuidado. Nunca olvidaré nuestros juegos y aventuras fantásticas. Quiero que sepas que me voy repleta de amor - y lo besó en la mejilla, justo por dónde una lágrima iba abriendose camino. 

Lucía se acercó a su madre que estaba arrodillada al lado de la cama guardando entre sus manos el peluche favorito de su hija sin dejar de llorar y decir "mi niña no".

- Mamá, eres el ser más maravilloso que he conocido nunca. Ahora que no me oyes, me doy cuenta de todo lo que has sacrificado por mí. Quiero que sepas que no he podido ser más feliz a tu lado y que jamás te olvidaré. Os estaré esperando al otro lado - Lucía abrazó a su madre y ésta dejó de llorar en ese momento. Como si la hubiese sentido. 

Cuando terminó, Lucía se fue hacia el hombre que la estaba esperando y lo cogió de la mano. Estaba helada y fue cuando se dio cuenta de que era la muerte. Ambos salieron de la habitación rumbo a la eternidad. 



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