Sintió una losa oprimiendo sus sentimientos y no hizo nada. Siempre buscó la felicidad en sonrisas ajenas. Rindió su osadía a los pies de lo cotidiano.
Pero el ciego quiso volver a ver. La verdad endulzó sus labios y sintió por primera vez lo que siempre había soñado, una caricia cargada de sentimiento.
Y ahora ha aprendido a decir no. Sonó a libertad y entendimiento. Cargado de bondad y arrepentimiento. Claro que dolió, pero el esfuerzo volvió a no ser negociable.
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