Siempre pensando, siempre divagando, intentaba encontrar la forma de llegar a lo inalcanzable. Pensó en escaleras gigantes, en aviones de madera, en muelles superfuertes. Pero seguía sin conocer la luna.
Los años pasaron y la idea seguía en su cabeza. Intentó ser astronauta, se compró un telescopio gigante, miró fotografías en 3D de la luna. Pero la realidad era que seguía sin conocer la luna.
En su lecho de muerte, una tristeza bañaba su rostro. Su amada y querida esposa le consoló diciéndole "amor mío, deberías estar orgulloso. Has tenido unos hijos fantásticos, un trabajo que te encantaba, una vida plena. No has conseguido conocer a la luna porque tenías cosas que hacer aquí, con nosotros. Pero ahora estás empezando tu viaje a la luna, tendrás toda la eternidad para conocerla, y allí debes esperarme, para cuando llegue mi momento. Reunirme contigo"
Tomás murió con una sonrisa en la boca, sin miedo por empezar su viaje. Desde entonces, su esposa, cada noche miraba fijamente a la luna. Sabiendo que su amor estaría investigando su superficie. Deseando ir a investigar con él.
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