martes, 11 de febrero de 2020

Lucha

Era el tercer día sin comer.  Mis jóvenes piernas de ocho años apenas podían sostener el peso de mi cuerpo.  Notaba el frío que se colaba por mis roida ropa y por mis zapatos podridos. Malditos charcos, ¿cuando parará de llover!
Sin nada que perder, entré a la panadería del barrio.  El viejo dependiente se llevaba bien con mis padres cuando vivían.  Entré flotando por el rico olor a pan recién sacado del horno y apenas me di cuenta que toda la tienda me miraba con ojos de desaprobación, incluso con asco.  Agradecí que la lluvia hubiese limpiado mi cara y no quedasen marcas de haber estado llorando.  El dependiente me agarró con sus enormes manos de la camisa,  la cual oí crujir en sus costuras, y me sacó de la panadería mientras gritaba insultos que no llegaba a entender y me tiró de cara sobre un charco profundo que había logrado esquivar poco antes.
Notaba como el cuerpo empezaba a tiritar y me escondí en el callejón más cercano, donde unos cartones me ayudarían a pasar la noche. Sin darme cuenta, el tiempo había corrido y la panadería estaba preparada para cerrar. Vi al viejo dependiente sacar el género que no iba a vender y tirarlo en un sucio contenedor. De pronto, noté como una ola de calor me subía desde el estómago y empecé a correr hacia ese contenedor,cogí una barra de pan duro y sentí una profunda felicidad por poder volver a comer....  Pero antes de dar el primer bocado, noté un dolor muy agudo en mi rodilla que me hizo soltar mi manjar. Un perro callejero pensó que aquel pan duro también era su cena, pero no estaba dispuesto a ponérselo fácil y luché, vaya que luche.  Dejé de sentir los mordiscos, pero notaba como la sangre corría por mis dedos mientras intentaba golpear a aquel maldito perro.  Entonces, como un trueno en mitad de una tormenta, se abrió la puerta de la panadería y apareció el dependiente.  "¡fuera de aquí malditos!"  gritó con toda su alma mientras le pegaba una patada al perro que huyó gritando.  Cuando me giré para mirarlo solo me dio tiempo a ver como su enorme mano venía hacia mi a toda velocidad y un golpe sordo sonó en mi cara.....  Todo se volvió negro mientras caia al suelo.  Y solo pensaba en No soltar la barra de pan.
No se cuanto tiempo estuve sin conocimiento. Al despertar estaba solo y mantenía la barra agarrada fuerte contra mi pecho.  Como pude, me arrastre hasta la pared y me puse a cenar mi barra de pan. Las lágrimas recorrían mis pálidas mejillas, y la mandíbula me dolía a cada bocado, pero aquel pan me supo a triunfo....  Fue el principio de mi cambio

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