martes, 25 de febrero de 2020

No te preocupes por mi

Tumbada en la camilla del hospital te cogía la mano mientras dormías. Tu pecho dibujaba una respiración profunda y un poco acelerada,  no quería imaginar que estuvieses sufriendo.
Aquel fin de semana empezó como cualquier otro.  Habíamos hecho un acuerdo irrompible de regalarnos momentos y lo cumplíamos en cuanto teníamos la más mínima ocasión, bajo pena de ausencia de abrazos. Te sentías un poco cansada pero eso nunca fue una escusa para ti.  Comimos, reímos, bebimos, nos robamos besos...  Sentía que tenía más de mi en ti que en mí mismo.
Te noté un poco apagada así que fingí querer irme a casa. Al tercer escalón de aquellas escaleras te desplomaste en mis brazos sin previo aviso. Luchando por mantener los ojos abiertos, te llamé mil veces por tu nombre, pero ya no estabas allí conmigo. Miles de ojos curiosos se asomaron, pero pocos ayudaron.  La ambulancia llegó en un suspiro que me resultó eterno.  Pero nada comparado con la espera de una respuesta de qué ha sido lo que te ha alejado de mi.  Mi cuerpo temblaba pero no podía permanecer sentado. Ojalá tuviese más uñas para morder.
Un médico de semblante serio y movimientos elegantes me pidió que pasase a su despacho...
Metástasis se llamaba el ladrón que te iba a arrancar de mis brazos.  Aprendí que el amor no lo puede todo.  Supliqué ser yo el que estuviese en esa camilla. Besé tus labios con la intención de aspirar el mal que invadía tu cuerpo y poder incubarlo yo...  Pero la magia no existe.
Con tu mano cada vez más fría entre mis dedos, veía como poco a poco te ibas apagando.  Cada segundo, la distancia entre tu y yo era más y más grande a pesar de estar en la misma habitación.  Un hilo de voz salió de tus labios apagados.
- cariño, me estoy muriendo.
- no digas eso. Sólo estas un poco débil, pero pronto vamos a salir de aquí. -  dije con la voz quebrada como un cristal.
- nunca has sabido mentir.  Gracias por hacerme sentir la mujer más querida del mundo.  Sólo lamento dejarte sólo-  apenas pudiste terminar la frase y un mueca de dolor desfiguró la armonía de tu rostro.  Tu mirada, cada vez más perdida en el horizonte, me buscaba como el sediento busca el agua.
- no te preocupes cariño, estaré  bien.  Te amo como nunca he amado a nadie.  Descansa cariño, no sufras más... -  y poco a poco te apagaste como una vela.  Hasta que dejaste de respirar.
Un cuerpo salió andando de aquella habitación, pero fueron dos almas las que allí se quedaron abrazas para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario