"Te quiero", le dijo. Pero no obtuvo respuesta. "Te quiero" dijo un poco más fuerte. El silencio lo golpeó fuerte donde más duele, en el corazón.
Al día siguiente volvió a intentarlo acariciando el cristal que los separaba. Sintió su frío, se marchitó con la distancia. Plantó un papel con un precioso dibujo y un "te quiero" pintado bien grande para que pudiese leerlo a pesar de no llevar sus gruesas gafas. Volvió a marcharse sin respuesta.
Incansable en sus esfuerzos regresó ante aquel muro invisible que los separaba. La vio sentada en aquella cama prestada y con una fuerte sonrisa. Se acercó al cristal con aquel extraño pijama bailando al son del viento y posó su mano en su superficie, él hizo lo mismo. Pudo leer en sus labios "te quiero" y él respondió con una lágrima. Luego desapareció. Una mano paterna lo cogió del hombro y le dijo "cariño, la abuela ha muerto y no nos hemos podido despedir de ella"
Nunca lo contó, fue su último secreto. Que abuela y nieto se habían despedido en la más absoluta intimidad.
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