Él confío más que en sí mismo. Encontró esencias con su sabor en una piel ajena. Alegato inacabado del ego añodaro que tanto calor transmite a un corazón helado.
Él sonrió al infinito. Sin nada que decir habló con el alma. Sin nada que hacer mostró sus heridas. Enigma matemático con una solución que vendrá en un silencio ajeno. En un movimiento sincero.
Él cerró los ojos al placer. El sufrimiento pinzó tan fuerte sus deseos que los creyó muertos. Anduvo por un harén de desencantos hasta que la locura inventó un oasis en el que matar sus miedos.
Él lloró de sentimiento. Rebosado el dolor sólo el llanto de un niño lo consoló y ahora, con la vergüenza desencantada, suspira sin alcohol. Fuerzas limitadas que se creen invencibles.
Él mantuvo la calma cuando menos lo necesitaba. Solo un abrazo lo rompió, solo un sueño abrazado lo confinó en su corazón
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