domingo, 7 de junio de 2020

La debilidad del más fuerte

Supo que algo no iba bien cuando una sonrisa no dibujaba su cara. Sin decir nada a nadie, empezó a caminar con la mirada secuestrada por el suelo. Varios fueron los pasos que dio con la mente en blanco pero en seguida el dolor regresó como un boomerang. 

Sin darse cuenta, una lágrima había escapado dejando un rastro húmedo en su cara que le hizo sentir incómodo. Solo detuvo su paso inconsciente cuando se acercó al borde de aquel enorme precipio. Siempre tuvo la sensación de que si miras fijamente al vacío, éste te devuelve la mirada.

Gritó, claro que gritó. Desde lo más profundo de sus entrañas salió toda la rabia, dolor y coraje que sentía. Puños cerrados clavando sus dedos en la palma de sus manos. Sus venas en serio riesgo de romperse.  Una explosión que nunca debió suceder pero que allí estaba. Fueron pocos segundos pero sin duda no podía más. Enseguida su rodilla descansó en la tierra y el niño que llevaba dentro empezó a llorar sin control. Acurrucado en el suelo sólo quiso que todo acabase.

Planteándose la justicia del universo, decidió volver. El cielo seguía nublado pero pronto volvería a amanecer. Una locura atravesó su mente como una centella ¿Y si volvía a sonreír? No era el momento, pero lo anotó en su lista de cosas pendientes. Nadie notó su ausencia y el alivio recorrió sus pulmones. Cómo demonios explicas que no puedes más a quien no quiere escuchar. 

Rutina acechando disfrazada de eternidad. Salvaje paradoja del destino. Una broma que a nadie le cae bien pero que nunca deja de repetirse. El deber por encima del poder y otro silencio más que roba las palabras. Algún día todo cambiará sin una apuesta de qué será lo mejor.  El futuro es un peligroso enemigo pues nunca llega pero siempre marca nuestro destino. 

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