jueves, 25 de marzo de 2021

Creyeron que era pecado

A Marcos le gustaba pasear por la orilla del lago, sentir cómo se le empapaban los zapatos, los calcetines y al final, los pies. Un profundo escalofrío recorría su espina dorsal y se sentía vivo. Su madre siempre le regañaba, pero él no podía evitarlo y volvía a repetir. 

Un día, una mujer desconocida y de apariencia peculiar, apareció a un lado del lago. Miró a Marcos y sonrió sinceramente. Él le contestó de la misma manera. No hubo palabras, no hubo gestos, pero ambos notaron que habían conectado de una forma especial, diferente. 

Largas eran las horas de conversación, sin mediar una mentira. Largos eran los silencios que adornaban sus miradas, las palabras no ensuciaban su momento.

Una triste mañana, una anciana entrometida los observó en la distancia creyendo ver un pecado entre algo tan puro. Pronto señaló con su dedo inquisidor tan impura acción y la palabra "pecado" empezó a ser vomitada por su boca. Un gran revuelo se formó en el pueblo y pronto metieron el nombre de Dios por medio. Tachando de impuro algo tan bello como una profunda amistad que no entendía de edades. 

El niño fue obligado a confesarse varias veces, aunque con la firme esperanza de que su alma pura de niño podría ser salvada. La mujer se vio obligada a abandonar el pueblo ante la presión de los que se sentían exentos de pecados. Esa fue la última vez que marcos y aquella mujer se vieron, aunque nunca se olvidarían. 

Moraleja: siempre habrá quién se sienta ofendido porque su raciocinio no logra comprender lo que sus ojos ven. El respeto es uno de los mayores logros que se pueden  alcanzar y nadie tiene el suficiente poder como para decidir qué está bien y qué está mal. El universo está plagado de colores distintos, no impongas tu color favorito a los demás. 



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