Sucedió a pocos centímetros del centro de su corazón. Un terremoto de magnitud incalculable sacudió sus sentidos y sintió como su mundo se volvía del revés desafiando toda lógica hasta ahora conocida.
Sospechó que algo diferente iba a suceder y se preparó para la locura. Maquilló la realidad con tintes de normalidad y sintió la adrenalina saltar al vacío. Nunca se había sentido tan vivo, justo ahora que estaba apunto de caer tan profundo.
Se adueñó de su mirada y secuestró sus sonrisas. El tiempo exageró su andar y varias horas consiguieron entrar en unos pocos segundos. Lo imposible empezó a convertirse en realidad fluyendo como un río salvaje. En mitad de una tempestad, nunca dejaron de mirarse.
Adictos a sus abrazos, dependientes de sus besos. No recuerdan más allá de su amor. Y la tristeza muere de hambre en su presencia. Sus ojos gritan sin palabras, fuerte, como un altavoz, que solo viven en un universo compartido. Que nunca más volverán a la cordura solitaria pudiendo vivir en la locura compartida.
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