martes, 16 de marzo de 2021

Tan bella, tan vacía

 Su belleza era una digna competidora de la luz de las estrellas. Hechizaba con solo una mirada y miles de corazones rotos escuchaba en su caminar. Ajena del esfuerzo, conseguía todo aquello que se proponía sin imaginar el valor que pudiera tener. 

Un día, un precioso coche se paró frente a la mansión más fastuosa del lugar. Ella encendió su radar y apostó por ser conquistada por tal galante caballero. Se imaginó viviendo rodeada de lujos, lejos de lo mundano y con la plebe arrodillada. 

Con solo mostrarse por los alrededores de la mansión bastaría para que aquel millonario se fijase en ella, pero nada ocurrió. Decidió seguirlo en sus paseos por el bulevar, pero pasaba por su lado sin mirarla siquiera. Atormentada por la ignorancia, se presentó en su casa para pedir explicaciones sin pensar en la razonamiento de sus actos. 

Se encontró sentada frente al hombre millonario en un tremendo salón adornado con una preciosa canción de fondo. Ella suavizó su cabreo y le insinuó con dulzura que podría ser una perfecta compañía para su vida y que de nada le iba a faltar. Él, sonrió con astucia y le contestó.

- No busco que la belleza llene mi vida, pues soy ciego. Adivino que serás preciosa, digna de un museo, pero además de esa belleza ¿Qué me puedes aportar? Nada. Así que no eres lo que busco ni lo que necesito. Sólo espero que puedas labrar un bonito porvenir para cuando esa belleza se marchite. Pues entonces te darás cuenta de lo vacía puedes llegar a estar. 

Los años pasaron y la preciosa muchacha se convirtió en una anciana de piel arrugada, casada con un sucio labrador al que no quería y con tres hijos que se fueron lejos de sus abrazos. Cada noche, se sentaba en la ventana de su dormitorio y miraba la enorme mansión. No se acostaba hasta que la última luz se apagaba y una lágrima de arrepentimiento recorría su rostro mientras murmuraba "llevabas razón".




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