sábado, 13 de marzo de 2021

El ángel triste

 La última vez que lo vieron, estaba bebiendo mate en la esquina más sucia de la catedral, mirando directamente a las nubes. Parecía que había elegido ese santo rincón para suplicarle al cielo que lo llevase con él. 

Un niño que jugaba ajeno a la emotividad del momento, golpeó su pelota con demasiada fuerza, la cual acabó derribando el mate que aquel enigmático hombre tenía en la mano. Con mucha tranquilidad, miró la pelota que lo había golpeado, la cogió con las dos manos y le hizo un gesto al niño inoportuno para que se acercase a ella. El niño quiso salir corriendo, pero era su pelota y quería recuperarla, así que se acercó.

Se plantó delante de aquel hombre con los ojos enmarcados en la punta de sus propios pies. Él le cogió una mano y le dijo.

- No pongas esa cara de arrepentimiento, no pasa nada. Solo era un poco de mate - el chico sintió un profundo alivio - pero quiero que tengas más cuidado con esta pelota. Lo mismo que me has dado a mí le podías haber dado a un pobre anciano y tirarlo al suelo. ¿Me has entendido? - el pequeño asintió con felicidad, cogió la pelota y se dispuso a seguir jugando. Pero se sorprendió preguntando. 

- Perdone, ¿Quién es usted? 

- Te responderé, pero antes dime, ¿Por qué quieres saberlo?

- Porque usted no es de aquí, todos nos conocemos. Pero parece que conoce muy bien la ciudad, pues nunca ha preguntado una dirección y sabe muy bien dónde va. Viste como los demás pero parece distintos a todos. No para de mirar al cielo como esperando una señal, pero sin embargo nunca ha entrado en la catedral para rezar. ¿Es usted un ángel? - el hombre sonrió divertido, agachó la mirada y, tras unos segundo dedicados a la reflexión, contestó. 

- Sí soy de aquí, me crié unas pocas calles más arriba y jugaba a la pelota igual que lo haces tú. Pero me puse muy malito y tuve que marchar dejándolo todo atrás, incluidos mis padres, por eso nadie me recuerda. La ropa son solo trozos de tela que sirven para cubrir el cuerpo, lo importante es cómo te sientes por dentro y eso de reflejará por fuera. Yo carezco de orgullo, miedo, arrepentimiento o envidia, por eso soy distinto a todos los demás. Nunca he entrado a la catedral pues es el fastuoso símbolo terrenal de la avaricia de unos pocos hombres que la construyen en nombre de un Dios que predica la pobreza. No dudo de su belleza, pero ese edificio honra a unos hombres sin escrúpulos, no al dios en el que creo. Pero eso no quiere decir que no rece, claro que rezo, a cada momento, y rezo por vuestras almas, que permanecen puras a pesar de estar rodeados de tanta corrupción. Y a tu pregunta de si soy un ángel... Efectivamente lo soy. Cuando era chico tuve una enfermedad que me hizo subir a los cielos. Me fui muy joven pero cargado de muchísimo amor de mis padres. Pasaron los años y cada día me preguntaba cómo seguiría la vida en la tierra que dejé. Qué habría sido de mis padres y de toda la bondad que vi en la buena gente de esta ciudad. Así que tardé, pero conseguí el permiso para bajar y visitar lo que un día fue mi hogar. Pero ya nada es como era. Mis padres ya no están, se marchitaron tras mi muerte y ahora son dos ancianos que no se reconocen entre ellos mismos. El respeto que había entre los vecinos ha desaparecido, solo hay envidias y peleas por intereses estúpidos y nimios. Veo dirigentes que mienten, roban y tratan como estúpidos a quienes los eligen, y ellos lo saben y lo siguen escogiendo, así que realmente son unos estúpidos. Veo que la empatía ha desaparecido y la radicalidad es una constante. Nadie escucha a nadie y al que piensa diferente a otro se convierte en enemigo que no merece piedad. Este mundo me ha decepcionado, miro al cielo suplicando que me dejen regresar. Quiero seguir siendo un ángel, quiero dejar de sentir vergüenza de lo que un día fue la ciudad donde me crié.

El niño cogió su pelota, se giró rápidamente y se fue sin decir adiós. Miró hacia atrás mientras corría para dedicarle una última mirada a aquel extraño hombre, pero había desaparecido y nunca más volvió a verlo. Pensó que por fin había conseguido subir al cielo. Desde entonces, el niño trabajó duro para ser bueno y bondadoso con toda la negatividad que lo rodeaba y soñando que poco a poco, la gente se contagiase de su buen hacer y volviesen a ser lo que un día fueron, personas que se aman entre ellos. El niño nunca lo dijo, fue su secreto, que un día conoció un ángel triste.




No hay comentarios:

Publicar un comentario