viernes, 12 de marzo de 2021

El ángel que encontró el amor

Desconcertado estaba el diablo viendo tanta locura. Desesperado se lamentaba el ángel nocturno. Ningún dios quiso mirar más allá del precipicio. 

Sentado en su trono de madera, con las manos sucias de mentiras, colocó su corazón a la derecha de los sentidos y escupió un sentimiento oscuro que antaño se le había atragantado. Miró a los ojos al diablo, al ángel y a los dioses, y osó continuar un camino jamás inventado. El camino de igualar lenguajes, de emparejar mundos, de conquistar el olvido. 

Ninguno quiso creer en una realidad nunca sospechada. Miradas fugaces deseando la confirmación de un sueño que no llega. Sin otro remedio, escucharon la voz de un alma que parecía que iba a salir de ese cuerpo mundano.

 Su petición era tan sencilla como imposible. Solo pedía que el mundo dejase de contar con él. Quería habitar en una burbuja sin tiempo ni destino, sin sentencia y alejado de lo divino. Había encontrado unos brazos en los que rezar, unos labios en los que habitar. Y allí, colmado de felicidad, quería que el tiempo muriese y que los encontrase la eternidad. 




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