miércoles, 18 de marzo de 2020

La traición de morfeo

Empecé una batalla,  que estaba perdida de antemano, contra mis párpados.  Los músculos se iban relajando y el ronroneo del coche invitaba a acomodar mi cuerpo a su asiento.  

El volante pasó a ser la sujeción de mis brazos y llegó la primera cabezada.  Primer susto que no tomé enserio y continué un poco más. Ya quedaba menos. 

El segundo susto fue más grande. Un fuerte pitido me espabiló y rectifiqué una trazada que me llevaba fuera de la carretera. El corazón se aceleró tanto como el motor del coche, pero no tardó en volver a relajarse. 

De pronto, el momento que destrozaría mi vida para siempre. Un estruendo enorme, acompañado de un fuerte golpe en el pecho y cabeza, me despertó.  No sé cuantos metros sin control recorrí, sólo recuerdo rezar. 

Gritos, muchos gritos que no era capaz de escuchar. Sólo podía ver el amasijo de hierro en el que había convertido el coche que me precedía.  La sangre teñía de rojo el asfalto.  Ninguno sobrevivió, eran una familia de tres.  Las imágenes del cuerpo desmembrado del pequeño de 5 años aún me siguen despertando.  El padre y la madre murieron abrazados.  

Me llaman monstruo y quizás lo sea. Sólo un segundo bastó para romper mi vida. Un error en el peor momento, un camino que no tiene salida.  Esa noche destrocé muchas familias, la mía la primera. 


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