Toqué tu cabeza, besé tus manos, ahogué mis lágrimas. Sin parar de agotarme me haces el hombre más feliz del mundo.
Cada herida de las agujas del reloj ha merecido la pena. Largo ha sido el camino, corta es la recompensa. Te beso y no te cansas. Te abrazo y lo pagas con sonrisas.
Una y otra vez recorreré el camino sin dilación pero con miedo. Ese maldito miedo que me susurra al oído que algún día no me reconocerás.
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