jueves, 9 de julio de 2020

Dolor incondicional

María usaba su imaginación como base sobre la que construir un enorme imperio de sueños e ilusiones con las que poder acompañar sus dulces momentos de descanso. La noticia de un hermano sacudió los cimientos de su presente y un futuro iluminado con juegos, diversión y confianza se abrió ante sus ojos. Varios días la emoción le arrebató el sueño que cada noche Morfeo le regalaba.

El día glorioso fue una calurosa tarde de verano y María sintió como la invisibilidad envolvía su menuda persona. Una sensación cálida arropó su pecho y sintió como un hilo invisible pero irrompible la unió a su hermano para siempre. Enseguida supo que sería alguien con quien iba a poder contar toda la vida.

El tiempo se escurrió por las ventanas del cuarto de María y el futuro que había imaginado se hizo presente. Pero todo era diferente y la realidad fue una mala copia de una bella obra de arte.  

María sentía como el corazón se le rompía con cada palabra no contestada por parte de su hermano. Cada mirada esquivada, cada caricia rechazada. María escondía lágrimas debajo de su almohada y una sensación oscura le mostraba imágenes en la que se convertía en una mala hermana.

Un día María llegó sin hacer ruido con el baúl donde guardaba sus sentimientos y lo abrió ante su hermano. Con la cara bañada en dolor le explicó que siempre quería ser buena y le imploró que jugase con ella o que al menos le contestase. Un silencio atravesó su pecho y sin poder más corrió y corrió hasta que tropezó y un llanto profundo se derramó.

La madre de María acudió presa del instituto maternal, recogió el alma rota de su hija y la llevó a su dormitorio. María deshizo su herida en palabras que su madre no conocía. Erizó su piel al ver los sentimientos de María esparcidos por toda su habitación y lloró con ella, compartiendo un mismo dolor. 

La madre de María se disculpó por no saber ver la madurez que habitaba en su hija y procedió a contarle que el alma y el cuerpo de su hermano se separaron al nacer. Que su alma está destinada a hacer cosas magnificas que no conseguiríamos entender y por eso se fue, pero nos dejó a cambio su precioso cuerpo para cuando acabe tener donde volver. Y que nuestro deber es cuidarlo cada día con amor y muchísimo cariño.

María se encargó de cuidar de su hermano hasta el último día de su vida. Su alma nunca volvió, pero en su lecho de muerte quiso ver un agradecimiento en el fondo de sus ojos por tantos años de amor y cuidado incondicional.


2 comentarios: