jueves, 2 de julio de 2020

El frasco de Lola

La pequeña lola tenía un frasco lleno de sueños. Desde muy pequeña, lo fue llenando con mucha paciencia e ilusión. Los que se cumplían los sacaba, enmarcaba y colgaba en su preciosa pared de logros y retos cumplidos. Los demás los dejaba en su frasco a la espera de poder realizarlos algún día.

Los años pasaban y la vida se volvía cada vez más complicada, por lo que los sueños de lola también. Incansable y persistente, no tenía miedo de regalar esfuerzo para cumplirlos. Pero pronto se dio cuenta que algunos sueños solo se cumplen con la ayuda de la persona adecuada. Así que se armó de valor y se despojó de la vergüenza. Cogió su caja llena de sueños y salió decidida a no volver hasta que no los hubiese cumplido todos. 

Pronto se encontró con una persona fuerte y grande capaz de mover pesadas rocas con una sola mano. Lola le entregó un sueño para cumplirlo con él, pero éste se rompió en mil pedazos entre sus enormes manos que el viento se llevó sin esfuerzo. 

Siguió su camino y se encontró con una persona bajita y delgada, con voz suave y el susurro de su alma en los ojos. Lola le entregó un sueño convencida que no sería capaz de romperlo. Pero tan débilmente lo cogió que entre sus dedos resbaló y en mil pedazos se rompió. Lola sintió mucha pena, pues ese era uno de sus sueños favoritos. 

Lola encontró una persona escondida tras un árbol. Con mucho esfuerzo la convenció de que no pasaba nada y que necesitaba su ayuda para cumplir alguno de sus sueños. Abrió el frasco pero el miedo había paralizado las manos de esta persona. Un ave que observaba la escena robó un sueño del frasco de Lola y escapó. Intentó alcanzarlo, pero no era lo bastante rápida.

Lola encontró a una persona de apariencia fuerte, pero que sujetaba una flor delicada sin romperla, al mismo tiempo que cantaba una canción alegre y no parecía tener miedo. Lola le preguntó si le podía ayudar a realizar alguno de sus sueños a lo que ésta persona le contesto con miles de batallas alabando sus cualidades y peripecias. Pero cuando Lola le acercó el frasco, la persona se convirtió en humo y desapareció. 

Cansada de buscar regresó a su casa donde su almohada recogió todas las lágrimas que sus ojos no querían. La madre de Lola entró apenada por ver así a su hija y le preguntó qué le ocurría, a lo que Lola le contestó: "no encuentro a nadie que me ayude con mis sueños. Nunca voy a conseguir hacerlos realidad y voy a tener que cargar con ellos para siempre, y cada año que pasa, pesan más y más. ¿Qué hago mal mamá para no encontrar a nadie que me ayude? La búsqueda de hoy no ha servido para nada". La madre de Lola le recogió el pelo para poder verle sus preciosos ojos verdes y le dijo con toda la sinceridad que solo el alma le puede dar a unas palabras: "hija mía, no digas eso. Hoy ha sido un día muy valioso para ti, pues has aprendido que no hay que agarrar los sueños con demasiada fuerza porque se pueden romper y convertirse en polvo, entonces dejará de ser un sueño y vivirás aferrada al viento. Has aprendido que debes creer en los sueños y no soltarlos porque los sueños mejoran nuestras vidas, pero si se rompen dejan un vacío enorme en nuestro corazón. También has aprendido que hay que ser decidido y actuar, porque los sueños son un bien muy preciado y siempre habrá alguien dispuesto a robarlos. Y por último pero no menos importante, has aprendido que los sueños deben ser reales, y no una ilusión que te dé una falsa sensación de estar completa"

Esa noche, Lola durmió abrazada a su frasco y con la firme intención de seguir buscando quién le ayude a cumplir sus sueños. 

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