martes, 29 de septiembre de 2020

Anger

 Sintió la sangre hirviendo corriendo por sus venas, preludio de la tormenta. Un último suspiro antes de perder el control y todo fue demasiado deprisa. Balas de saliva clavadas en la herida y el cariño expulsado al país de nunca jamás.


Morirás mil veces y en ninguna sentirá compasión. Corazón armado para la guerra, siempre hermético a los sentimientos. Telón de acero que secuestra sus ojos, no es agradable para nadie, mucho menos para él. Huye si te sientes cobarde, pues es algo que no va a desaparecer.


Con la razón tatuada en su bandera, se vuelve sordo ante los cantos de sirena. Esos que le hablan de que no volverá a pasar, esos que se pierden entre el arrepentimiento. Asesino de bondades, no puede evitar tener una luna oscura en la mirada.


El huracán ha pasado y entre los escombros no encuentra la palabra olvido. Sin saber perdonar, ignora las heridas que él mismo se ha autoinflingido. Con calma y sin avaricia, espera que el cauce llame a sus aguas y se arrepentirá de ese lado tan oscuro que lo ha vuelto a llamar. Esa traición a sí mismo que sabe que volverá. 


Siempre jurando, renovará su devoción por no volver a desatar la enajenación ramera que sin duda no cumplirá cuando sus pilares más sagrados se sientan atacados. Sin pudor en sus bolsillos, pide de antemano perdón.



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