Avalancha de besos impregnados por el veneno del deseo. Cuántos más daba, más necesitaba y no querían parar. La ropa empezó a ser una visita incómoda y sin pestañear la hicieron jirones.
La respiración se acelera y el corazón no entiende de calma. Cuerpos desnudos frente a frente deseando poseer, deseando ser poseído. Canto de sirena arrojado al aire.
La incertidumbre ha desaparecido. Se han entregado con todo lo que tenían y el ritmo de un jadeo deja un sabor dulce entre sus recuerdos. La vulgaridad retoma su trono pero saben que pronto volverán a ser secuestrados por el deseo.
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