miércoles, 30 de septiembre de 2020

El loco Tomás

 El viejo Tomás siempre andaba buscando por las esquinas algo que había olvidado. Cada día recorría las calles del angosto pueblo sin recordar que ya había pasado antes por allí. El "loco Tomás" fue el apodo que lo acompañaría hasta el final de sus días. 


Cierto día, un joven destinado al pueblo para impartir clases en la vieja escuela, se interesó por él. Sólo como estaba en aquel apartado rincón del mundo se acercó adornando sus movimientos con sigilo y le preguntó con la dulzura secuestrando su voz.


- Buenos días señor. Le he estado observando y creo que anda buscando algo. ¿Le puedo ayudar?

- Como quiera. Mire usted por aquel rincón que yo sigo buscando por aquí.

- Pero necesito que me diga qué está buscando. 

- No lo sé. Llevo años intentado encontrar algo pero ya no recuerdo que es.


Una corriente de compasión invadió al joven que sin hacer más preguntas, empezó a buscar junto a el loco Tomás comprendiendo que ambos tenían realidades diferentes. Al final del día, una lluvia de gratitud inundaron los oídos del joven. Hacía años que el loco Tomás no se sentía acompañado. 


No eran pocas las burlas que tenía que aguantar a diario. Pero a cierta edad, los oídos tienen un gusto selectivo por las palabras con bonito fondo. El joven decidió ir cada tarde a acompañar a el loco Tomás en su búsqueda y cada día aprendía algo nuevo de su vida. Sentía que ese hombre merecía sentir el afecto de alguien ya que su único pecado había sido dejar que su imaginación se adueñase de su vida.


Un día, el joven se encontró con la ausencia del loco Tomás en la plaza. Preocupado por haber roto su ritual diario, preguntó a los vecinos, los cuales le dijeron que había caído enfermo. Asustado, corrió a visitarlo. Tumbado en una vieja cama de hospital, descubrió que había sido su única visita. 

 - Buenas tardes Tomás. ¿Que tal se encuentra?

- Hola mi joven amigo. Menos mal que ha venido, tenemos que seguir buscando - dijo con una voz tímida que apenas se atrevía a salir de sus labios. Su cuerpo inerte no pareció escuchar sus palabras. 

- Claro que sí Tomás, para eso he venido. Hoy debe ser el día que lo encontremos. Pero para poder venir conmigo, antes tienes que cerrar los ojos. Así, muy bien. Ahora imagine que está en la plaza del pueblo buscando por las esquinas. Busca en el rincón al lado de la fuente. Busca debajo del viejo banco de piedra, busca entre las raíces del naranjo... Y por fin, entre las hierbas, lo ve. Dios mío, ha estado ahí todo este tiempo. ¿Lo ve Tomás?

- Sí joven amigo. Lo veo. Por fin lo he encontrado - dijo el viejo Tomás sensiblemente emocionado.

- ¿Qué es lo que ha estado buscando Tomás?

- El cariño. Todo ese cariño que había perdido cuando me hice mayor y que poco a poco fue desapareciendo. Y que gracias a usted, e vuelto a sentir. Me puedo ir de este mundo lleno de cariño. Muchas gracias joven...

 

El loco Tomás expulsó su último aliento al decir esas tristes palabras. El joven lo despidió con unas lágrimas en su honor mientras no dejaba de observarlo. Días después, el joven promovió un juego con los niños de su clase que consistía en encontrar objetos escondidos por la plaza del pueblo. Y en cada objeto había escrito palabras como "amor" , "cariño", "empatía". En honor al loco Tomás. 




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