lunes, 28 de septiembre de 2020

Peregrino

 Y en mi caminar, encontré las huellas del peregrino y me empezaron a guiar. Noble momento de intuición bañada en melancolía que me susurró lo que ya sabía. Famosas entre los errantes por su compleja sabiduría decidí copiar cada paso como propio. Sentimiento de estar en el sitio del universo preciso. 


El camino se dividía y debía elegir. Plácido y suave una opción, abrupta y salvaje la otra. Con las huellas siempre marcadas en mi retina seguí la segunda opción. Aquella que tanto temían mis sentidos, la misma de la que en cualquier otra realidad huiría.  Pero la sabiduría residía en aquellos pasos y lo correcto a veces es lo más peligroso. Por suerte, mi camino continúa. 


La sospecha de una locura traicionera se presentó sembrando dudas en mis zapatos. Debí buscar en lo más profundo de mis creencias para no escuchar lo que mis demonios seducían al verbo abandonar. Pero el tiempo es un viejo sabio que siempre reparte la razón. 


Y por fin llega el final del camino. Lágrimas que abren camino entre la suciedad de mi rostro. El dolor cobra sentido ante la satisfacción de lo conseguido y un nuevo reto siempre será guardado entre mis logros más preciados. Sentado en una roca en la cima de mi infinito, me senté a reflexionar. Olvidado del tiempo y el espacio, escuché una voz que me susurraba un poco de atención. 


Con la disculpa como primera palabra, un joven muchacho harapiento agradeció mis pasos. Sin entender muy bien a qué se refería me descubrió que había sido su peregrino, que habían sido mis huellas las que había seguido. 


Comprendí que tendemos a buscar ayuda en nuestro caminar. Pero hay que tener mucho cuidado en nuestros pasos, pues nunca se sabe de quién eres guía.



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