jueves, 24 de septiembre de 2020

El dragón

Había una vez un dragón de corazón noble que surcaba los cielos libre, disfrutando de sus eternos vuelos y jugando con las nubes. Intentaba no acercarse a las zonas pobladas pues era conocedor del miedo que generaba con su sola presencia. Le gustaba escuchar el lenguaje de la naturaleza y cómo el sonido del agua rompía el silencio de la noche. 

Un día, mientras descansaba plácidamente encima de su roca favorita, una enorme red lo cubrió destruyendo su libertad y convirtiendo en efímeros sus sueños más valiosos. Intentó luchar y escapar, pero apenas podía mover su cuerpo. Así que se centró  en seguir respirando. 

Lo llevaron a una enorme explanada donde miles de animales de todo tipo morían lentamente en diminutas jaulas mientras los humanos miraban asombrados y con miedo la majestuosidad de lo que nunca llegarían a ser. 

Al dragón lo situaron al lado de un enorme elefante que estaba atado con una diminuta cadena al tobillo. El dragón, sorprendido por la escena, le preguntó.

- Amigo elefante. ¿Por qué no intentas romper la cadena con tu fuerza y escapar de aquí?

- Amigo dragón. Me trajeron aquí siendo muy pequeño y me ataron a esta cadena. Luché y luché y nunca conseguí soltarme. Así que es imposible seguir intentándolo. 

- Amigo elefante. El tiempo ha pasado y ya no eres el mismo. Tienes la fuerza necesaria para escapar pero el recuerdo de un fracaso está alimentando tu miedo. Créeme, puedes escapar cuando quieras. 

El elefante dio una fuerte patada rompiendo la cadena y corrió durante días. Nunca lo volverían a encontrar. Está vez colocaron al lado del dragón un enorme León con una descomunal melena que dormía plácidamente sobre un montón de hierba seca. El dragón pudo ver como la puerta de la jaula estaba abierta y le dijo. 

- Amigo León, tu jaula está abierta. Solo tienes que empujarla y escapar.

- Amigo dragón, esa puerta lleva abierta muchos años. Una vez escapé y tuve que enfrentarme a la crueldad de la vida. Estuve días sin beber agua y semanas sin comer. Enfermé gravemente y casi muero. Lo hubiese hecho en libertad, pero estaría muerto. Aquí me dan de comer cada día, me dan de beber y me cuida. ¿Dónde voy a estar mejor que aquí?

El dragón guardó silencio comprendiendo que lo que para algunos es el sentido de la vida, para otros es una maldición sin sentido. 

Mirando la gente pasar al otro lado de los barrotes, vio como un niño lo miraba fijamente y le dijo. 

- Hola amigo dragón. ¿Por qué estás ahí encerrado?

- Hola pequeño humano. Un hombre me ha encerrado para que gente como tú pueda verme de cerca. 

- ¿Y por qué estás triste?

- Porque ya no puedo ir donde quiera ni volver a volar. Ahora mi vida depende de un humano que me quiera cuidar.

- ¿Te gustaría que te cuidase yo? No te encerraría nunca. Podrías ir donde quisieras y podrías volver a ser feliz. 

- ¿Y qué quieres a cambio?

- Soy el príncipe heredero al trono del reino más grande jamás conocido. Quiero aprender de tu sabiduría para así poder llegar a ser el mejor Rey de la historia. 

El dragón aceptó el ofrecimiento comprendiendo que los peores momentos de la vida pueden traer oportunidades únicas. 


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