viernes, 4 de septiembre de 2020

El minero

 Había un vez un minero que no veía la luz del sol. Mañana y tarde picaba una dura piedra que le estaba arrebatando la energía, la juventud y su vida. Encerrado en un diminuto espacio sin apenas oxígeno, los años iban pasando. 

Un día cualquiera, ocurrió algo atípico. La tierra empezó a temblar y el minero escuchó que todo se derrumbaba a su alrededor. Con reflejos felinos se aferró al suelo con manos y piernas. Solo fueron unos segundos que se disfrazaron de eternidad. 

Cuando todo había pasado, el minero se dio cuenta de que se había quedado encerrado. Gritó y golpeó pero parecía que nada salía de aquella prisión natural. La oscuridad más absoluta cegaba sus ojos y sin saber qué hacer, el minero empezó a palpar a su alrededor. 

Pronto tocó su pico, que cogió como si hubiese encontrado a su salvador. Pensó en empezar a cavar, pero no sabía por dónde empezar, ni siquiera sabía si estaba bocarriba o bocabajo. Sin nada que perder, soltó el primer golpe, luego otro, otro más... Pero el minero no sabía si estaba dando en la misma roca todas las veces. Pero ¿Qué otra cosa podía hacer?

Varios días después, por fin encontraron al minero, aunque ya era demasiado tarde. Tenía el pico en la mano y había conseguido romper la misma piedra de varios golpes. Lo que el minero nunca supo es que una pequeña piedra era la que bloqueaba el acceso a la galería de salida. La hubiese podido mover sin apenas esfuerzo. El minero había muerto haciendo lo único que sabía hacer.

Moraleja. Ante una situación nunca vivida antes, tómate tu tiempo para analizarla, conoce todas tus posibilidades, sé consciente de tu posición ante el problema y plantéate que si has llegado hasta ahí, hacer lo mismo de siempre va a hacer que salgas. 



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