Envueltos en piel ajena jugaron a devorarse. Insaciable la sed de besos, nunca tienen bastante. Un aliento salido desde lo más profundo del alma expulsa un "te quiero" que ya rebosaba. Pero enseguida vuelve a revosar y miles de caricias no parecen calmar el desafío de miradas que juntos comparten. Solo es el amor que se divierte con dos valientes sin miedo a exponerse.
Cae la noche y las estrellas los envidian. Eclipsados por su brillo, siempre soñaron con ser eternos como ellos. De nuevo las palabras pierden la batalla ante los abrazos. De nuevo se ven mejor ante la ausencia de luz con solo el tacto. Se echan de menos viéndose todas las horas del día y le piden a Dios que sus almas no se pierdan y se encuentren, como siempre, en otra vida.
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