martes, 22 de septiembre de 2020

Las líneas de mis manos

 Encontró una disculpa entre una maraña de arrepentimiento. Una tristeza tan grande como su corazón oprimió su conciencia y sin margen de error tomó la única decisión, la más dolorosa. 

Aliviada su carga, sus sueños se atrevieron a volar. Había perdido mucho pero nada tan importante como abrazar de nuevo la paz y gritó. Gritó en un segundo todo lo oscuro que sus ojos veían. Gritó todas las ocasiones en las que no se atrevió a pedir ayuda. Gritó la eterna frustración de haber dejado de ser él mismo. 

Sorpresa al volver a escucha una tímida sonrisa que apenas se atrevía a abrir los ojos a lo  que había sido un cruel mundo. Música olvidada cantada sin saber que era la melodía que había añorado.

Escarbó tan profundo que descubrió rincones en los que nunca había estado. Encontró el baúl con todas sus cualidades impregnadas del polvo del olvido. Miró sus ojos en el reflejo del lago de la seguridad y alimentó los cimientos para que nunca se vuelva a derrumbar lo que un día fue su universo. 

Recogió gracias que había sembrado en el camino, las regó con las lágrimas que el dolor le había producido y las regaló a cada gesto que lo ayudó a encontrar ese frasco donde guardaba toda la esencia que su alma había generado desde el día en el que nació.

Cerró unas puertas, abrió otras y fue feliz. 



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