viernes, 27 de noviembre de 2020

Maldito piano

 En el campo de concentración, miles de niños temerosos dormían abrazados unos junto a otros para darse calor y quitarse el miedo. Hombres gigantes entraban dando golpes y patadas y se llevaban a un niño al azar que nunca regresaba. 

Unas pocas horas al día, los dejaban salir a una explanada para coger pesadas rocas. A lo lejos podían ver a los mayores y todos, con la desesperación en la mirada, intentaban adivinar si eran sus padres y poder saber que estaban bien. Pero tenían prohibido saludar y hablar.

Una vez al mes, los sacaban de noche a la calle y los ponían en fila mirando hacia un edificio enorme de donde los hombres gigantes salían y entraban. El frío y el miedo los atenazaba. Una preciosa melodía tocada al piano empezaba a sonar y todos los niños empezaron a reprimir unas lágrimas que no paraban de brotar. Qué insolentes lágrimas.

Por encima de aquella melodía, se podía escuchar los gritos desgarradores de alguien sin rostro que estaba siendo torturado hasta la muerte. Todos deseaban que muriese rápido, pero aquellos hombres sabían hacer su trabajo. 

Muchos años han pasado y pocos sobrevivieron a aquel campo de concentración, aunque todos siguen viéndose. Nunca hablan de lo que ocurrió aquellos años, pero siempre hay un poso de tristeza en sus ancianas palabras. Un rato cada día, se vuelven a poner la melodía que les hace llorar. La escuchan en silencio y con el dolor como testigo, es un pequeño sacrificio que hacen para así recordar a los que murieron aquellos días y saber que su recuerdo no murió con ellos. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario