martes, 3 de noviembre de 2020

Viajando hacia la vejez

 Pensó que el aire sería un dulce colchón con sabor a recuerdos a los que poder visitar en días de nublados pensamientos. Pero se convirtió en un huracán de oxidadas intenciones que removió el pasado para convertirlo en difuso.


La piel dejó de convertirse en mansas aguas de claras lagunas en el que poder mirarse las estrellas más lejanas del firmamento, para convertirse en crueles olas que desfiguran su superficie convirtiendo en fealdad lo que antes era bello.


El mundo siempre fue su escenario y disfrutaba con cada actuación. Conocía cada detalle del guión que era su vida, no necesitaba guía. Pero el enemigo más oscuro apaga la más brillantes de las luces, sólo necesita al tiempo que convence sin prisa, pero con sigilo. Y ahora el miedo a lo que se oculta en la oscuridad lo persigue por lugares que conocía con los ojos cerrados.


El marco de sus ojos dibujaban confines imposibles. Cada segundo regalaba un detalle que no podía escapar. Sin saber lo valioso que era el infinito, nunca lo volvió a mirar. Pero un fiero telón se dibuja entre sus ojos y el mundo. Ya nada es tan cierto ni rotundo y desearía dejar de  ver solo a través de los recuerdos. 


Movimientos que mueren en su mente antes de hacerse realidad. Sin fronteras ni barreras, siempre quiso más. Y ahora son terremotos los que sacuden sus manos. Ahora es gelatina la que sostiene su peso. Ahora es un sofá el anhelo de sus aventuras. Ahora magnífica sus virtudes moribundas.



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