Se sentó y la observó, no parecía que tuviese un punto débil. La tocó, la pisó, la insultó; intentó todo lo que a su inocente imaginación se le ocurría, pero sin resultado.
Empezó a imaginar qué había al otro lado. Quizás hubiese un enorme precipicio que acabase con sus sueños y esperanzas. O quizás había un tesoro que solucionase sus problemas para siempre. El miedo y la esperanza se disputaban los sueños.
Miró a su alrededor y vio como los demás seguían su camino, incluso superaban piedras tan difíciles como la suya y seguían avanzando. Así que sin pensar, escaló la enorme piedra y pasó al otro lado. No había precipicio, tampoco tesoros. Tan solo era su camino que seguía por dónde lo había dejado. Pero ahora sabía que no volvería a dejar que una piedra así lo frenarse en su camino.
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