martes, 22 de diciembre de 2020

Ángel caído

 Aquel ángel que había caído del cielo, se sentó sobre una milenaria roca y lloró. Sus lágrimas del color del oro dibujó un charco brillante sobre la superficie de aquella tierra baldía. Sus alas, antaño magestuosas, descansaron sobre el polvo borrando el deslumbrante color blanco con el que se vestían. Y su túnica impoluta ya no disfrutaba del viento mientras volaba entre nubes.

De pronto, el ángel sintió cómo la roca donde se había sentado vibraba. Sorprendido y asombrado, se levantó observando fijamente aquel material que suponía inerte. Pronto pudo adivinar un rostro, unas manos, un cuerpo... Raudo, prestó su ayuda, pero no pudo mover aquel cuerpo petrificado.

- Perdone mi mala educación, señor. Le había confundido con una roca.

- No te preocupes joven. No eres al primero que le ocurre - dijo una voz anciana y quebradiza como el cristal. 

- Pero ¿Qué hace usted ahí, sin moverse, lleno de polvo y totalmente inmóvil?

- Hijo mío, antaño yo fui un ángel caído como tú. El enfado y el cabreo me inundó y sólo veía un acto de injusticia en mi caída. No me paré a pensar en la parte de culpa que yo tenía. Así que me quedé aquí, sentado y cabreado y me negué a moverme hasta que el universo me pidiera perdón. Y al final, pasé de ser un precioso ángel a convertirme en una roca inmóvil. 

Moraleja:  lucha por cumplir tus sueños porque al final tus actos sentenciarán lo que eres. Podrás caer mil veces, podrás llorarle al cielo, pero si sigues creyendo que eres un ángel, podrás usar tus alas para retomar el vuelo. 



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