miércoles, 23 de diciembre de 2020

El lago

 Un hombre partió, lejos de sus burbuja, para conseguir ser más sabio. Sediento de saber, viajó por innumerables caminos en busca del conocimiento que tan vacío lo hacía sentir. No dudó que iba a ser tortuoso. No ahorró ni un gramo de esfuerzo. Pero nunca había estado tan decidido. 

En una diminuta aldea, escondida entre un mar de árboles, escuchó hablar de las mágicas aguas de un cercano lago. La leyenda decía que aquel que se bañase en ellas, obtendría la sabiduría absoluta, pero no sería capaz de recordar a ningún ser querido, olvidándose de padres y madres, hermanos y abuelos, de los hijos. Por eso nadie quería bañarse en aquellas aguas. 

Aquel hombre llegó hasta el lago y disfrutó de las preciosas vistas de aquel inóspito paraje. 

- Buenos días - escuchó una voz a su espalda. Se giró y pudo ver a un anciano vestido con una larga túnica y una barba blanca casi tan larga como su túnica mirarlo por encima del humo de la diminuta pipa por la que fumaba un tabaco de olor espantoso. 

- Buenos días buen hombre. 

- ¿Has venido ha bañarte en las aguas de la sabiduría?

- Efectivamente, ¿Usted ya lo hizo? - dijo el hombre expectante. El anciano cambió la postura y miró fijamente al recuerdo con añoranza antes de contestar. 

- Vine con esa intención. El saber era algo que me obsesionaba y, cuando oí hablar de este sitio hace décadas, no dudé en dejarlo todo atrás y venir a este lugar. Cada mañana me siento aquí y observo estas aguas. Mi mente empieza a luchar con mis recuerdos y una cruenta batalla entre el querer conocer y los maravillosos recuerdos junto a mis seres más queridos empieza en mi interior. Los años han pasado tan rápido que ni me he dado cuenta. He recibido noticias de que todos mis seres queridos ya no están en esta tierra, ya no tengo a nada ni a nadie.

- Entonces ¿Por qué no se baña usted en estas aguas? Ya no tiene nada que perder.

- Al contrario joven amigo. Perdería lo único que me queda, mis recuerdos. Olvidaría mi primer beso, el que siempre me produce una sonrisa. Olvidaría los dulces besos de mi madre cuando me hacía daño. Olvidaría los paseos por el bosque con mi padre enseñándome todo lo que era desconocido a mis ojos. Olvidaría al amor de mi vida, incondicional y puro. Ahora, este sitio es mi hogar. Para todos, es el lugar del nacimiento de la sabiduría, para mí sería la tumba de mis recuerdos. 

El hombre se despidió del anciano y se paseó por la orilla del lago con sus palabras retumbando en su memoria. Una profunda tristeza inundó su conciencia al pensar en él. No sabía qué hacer, lo que sí sabía era que no quería acabar como el pobre anciano. De pronto, un recuerdo golpeó sus sentidos y empezó a llorar. Su mente empezó a revivir la primera vez que cogió a su hijo en brazos y entendió que no quería deshacerse de ese maravilloso recuerdo. Recogió su equipaje, enterró su necesidad de sabiduría y decidió seguir creando recuerdos de una vida plagada de felicidad. 




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