La verdad paseaba despreocupada por los impresionantes parajes de su vida. Saltó, corrió y sonrió en una mañana perfecta. Pero no vio una enorme roca enterrada de la que sólo podía verse una pequeña porción. La verdad tropezó y cayó al suelo torciendose un tobillo.
Con un dolor localizado y creciente, la verdad se quedó sentada en el suelo valorando sus opciones. La mentira, que lo había visto todo, se acercó para prestarle su ayuda. Enseguida se ofreció a curarla y vendó el tobillo de la verdad. Cuando hubo terminado, le dijo que ya no le podía doler, que estaba curado y que podía seguir jugando sin problema.
La verdad se puso en pie y sintió alivio en el tobillo, pero ya no quería seguir jugando, así que se marchó a su casa a descansar. Pensaba en el magnífico trabajo de la mentira que le había curado y lo agradecida que estaba. Cuando llegó a su casa, se dispuso a darse un baño y se descubrió el tobillo. Estaba muy inflamado y con un intenso color morado debido al derrame. La verdad tuvo que ir al médico para que le pusieran una escayola y fueron varios los meses que anduvo con muletas.
Moraleja: puedes tapar una herida con mentiras y convencerte de que no duele, incluso actuar como si no existiese. Pero no va a desaparecer porque la ignores. Una herida dolerá y te hará sentir débil, pero una vez curada, será una prueba de un intenso aprendizaje.
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