El primer día todo parecía igual, pero el ambiente era diferente. El segundo día hizo aparición el cabreo, siempre en crecimiento. El tercer día nadie se hablaba, la guerra era una constante.
Se dieron cuenta que no podían convivir sin la locura. Esa compañía invisible que unía cada una de las costuras del desgarrado día a día. Salieron a buscarla como una necesidad indudable.
Se la encontraron alegre y risueña, como siempre. Saltando y bailando era ajena al mal que había dejado. Todos hablaron con el arrepentimiento en la mirada. La locura se disfrazó con el orgullo, pero pronto se dio cuenta que quería volver y olvidando lo que había pasado, se abrazó sin rencor.
Todo volvió a ser igual, pero la gran cualidad de la locura era que todo pareciese diferente.
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