martes, 14 de abril de 2020

Con la luna en la mirada

Otra noche más sale a la calle donde una farola es su puesto de trabajo. Había dejado en su casa el orgullo y sus valores. Se concentró en olvidar el frío que tensionaba sus músculos. 

Tapando lo justo de su cuerpo empezó a vender la mercancía que le haría  ganar dinero. Mucho o poco, dependería de lo bien que vendiese su alma.

Algunas veces se sorprendía nadando en los recuerdos de su adolescencia. Cuando la felicidad adornaba su rostro y el futuro le pertenecía. 

Un coche esconde unos ojos devoradores que quiere comprar su cuerpo por unos minutos. Se sube y el asco impregna sus sentidos. Cierra los ojos y piensa en sus hijos que duermen sin sospechar. El olor es grotesco, pero no más que el sudor que gotea en su cara. Un par de veces tuvo que aguantar las ganas de vomitar. Ya casi no llora mientras una lluvia blanca baña su cuerpo. 

Llega a su casa sintiéndose derrotada. Las lágrimas han quitado gran parte del maquillaje y una ducha limpia su cuerpo, aunque su alma es lo que más sucio siente. Entra en el dormitorio donde dos ángeles sueñan. Mañana volverá a salir a esas calles por ellos, por su futuro. 

Acostada en su cama no recuerda la última vez que la besaron, o le dieron un abrazo, o un te quiero susurrado le produjo en escalofrío. Se envuelve con sus brazos para sentir algo de calor.  Cada noche pone su vida en riesgo, la idea de dejar sus hijos huérfanos le atraviesa el corazón hasta que, rendida, se queda dormida.

Otra noche más sale a la calle donde una farola es su puesto de trabajo...

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