jueves, 16 de abril de 2020

Veneno en las venas

Salió de casa con una sonrisa oscura dibujada en su cara. Encendió un cigarro y miró a su alrededor, le gustaba saber qué le rodeaba. Inició la marcha con paso firme. Mirada el frente y energía positiva que podía sentir entre sus dedos.

Sangre oscura recorría sus venas. A veces sentía que perdía el control cuando se cabreaba y, aunque no era el más fuerte, sí era el más respetado.

Le gustaba oler el miedo en los demás. Con la barbilla mirando al cielo, saboreaba el momento de superioridad que eso le generaba.

Jóvenes de 16 años eran su presa favorita. Inocentes que se creían mayores queriendo jugar a un juego peligroso. El veneno que les vendía le destrozaría la vida a más de uno. Pero él solo quería sentir el tacto de un fajo de billetes en el bolsillo. El remordimiento lo había ahogado en la bañera.

Aquél era su territorio y no era la primera vez que tenía que usar su arma favorita para defender sus fronteras. Odiaba mancharse de sangre ajena, pero no dudaba en hacerlo ante la más mínima ocasión.

Le gustaba adulterar la mierda que vendía con productos de todo tipo. Unos gramos se convertían en un kilo de forma sencilla. Nunca pensaba en la salud de sus clientes. No miraba las caras, solo quería números.

Un día volviendo a casa después de haber vendido toda la mercancía, se paró en una obra y por dentro se empezó a reír de los estúpidos que tenían que madrugar y trabajar duro para cobrar una cuarta parte de lo que él conseguía. Emprendió la marcha y se cruzó con un despojo humano que se tambaleaba de un lado a otro. Con la firme intención de que no le rozase su preciosa chaqueta de cuero, lo fue a esquivar cuando una certera puñalada le atravesó el corazón. Cayó redondo al suelo ya muerto.

No le dio tiempo a ver que le había apuñalado uno de sus inocentes clientes al que hacía años le había destrozado la vida. Sin nada que perder quiso impartir la justicia que las leyes no podía.

Así acabó la vida de un ser lleno de maldad que siempre quiso vivir por encima de la sociedad. A veces se toma su tiempo, pero la vida acaba sirviendo a cada uno la ración que le corresponde.




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